domingo, 5 de octubre de 2008

RUEGEN A DIOS POR ELLOS. 1679














No es habitual encontrarte con estelas en los edificios públicos y en los Grandes Monumentos que reconozcan y homenajeen a la gente humilde y sencilla, a los trabajadores que padecieron los sufrimientos de tener que levantar estas grandes moles.
Por esto, esta estela del Monasterio de Uclés -otra vez- me ha llamado la atención. Acostumbrados a las grandes y rocambolescas letras endiosadoras de personajes nobles, estas conchas rinden sencillo recuerdo a aquellos trabajadores que perdieron su vida en un accidente laboral mientras levantaban la gigantesca fachada de poniente.
Corría el año 1679 y los Maestres y Priores de la Orden de Santiago deseaban finalizar el gran edificio que sería cabeza de la Orden y donde se centralizaría administrativamente la institución. Allí estarían los Archivos Generales, la gran Biblioteca que contendría Privilegios y Donaciones reales. Allí gobernaría el Gran Maestre un inmenso territorio desde el que podría ir a caballo hasta el mismísimo Portugal. Allí, "Los Trece" Caballeros elegirían a quien gobernaría la Orden tras el fallecimiento del Maestre y allí tendrían los Frailes -hombres de espada y de oración- su casa principal desde la cual arrancar al moro todos y cada uno de los territorios hispánicos.
Sólo restaba -para finalizar la moderna obra que habría de transformar el antiguo castillo árabe- la construcción de esa fachada. Y fue entonces cuando los andamios fallaron una vez que se estaban abriendo los cimientos. Cinco personas fallecían y el Prior D. Diego Pérez Alcázar ordenaba rendir recuerdo a su memoria mediante esta piedra tallada.
Era un Once de noviembre de 1679 y aunque dicha fachada fue proyectada por el arquitecto Francisco de Mora -discípulo de Juan de Herrera-, fueron muchos los arquitectos que en ella intervinieron: Francisco Mijares, Diego de Alcántara, Juan de Valencia y Bartolomé Ruiz.
Cada vez que paso por allí, y después de tantos siglos, me vienen a la memoria estas pobres cinco personas: ¿Qué sería de sus familias? ¿Qué pasaría con sus hijos, con sus esposas?...
Triste que en las grandes obras siempre existan grandes desgracias.

8 comentarios:

Hisae dijo...

Llevas razón. No es normal ver en lugares emblemáticos ninguna placa o signo que recuerde al pueblo. Sólo grandes personalidades tenían acceso a estos lugares. Sobretodo en las iglesias, mosnasterios o catedrales, donde las gerarquías eclesiásticas gustaban de verse con la alta nobleza. Para ellos eran reservados esos lugares.
Un beso, Ángel. O dos.

Angel dijo...

Gracias Mario!!! jajaj! Da gusto encontrarte tan rápidamente y después de dos segundos de colgar el panel... A eso se le llama velocidad!!!
Sí... ha sido una de las piedras que más me ha gustado de la serie que he colgado y de las que vendrán. Por verla desde mi niñez, por releerla en multitud de ocasiones y por el contenido de sus bellas letras.
Es curioso que en aquellos años se dejara constancia de lo que hoy llamamos "accidente laboral"... ¿falta de medios? ¿de previsión? ¿imprudencia capitalista? Siempre es lo mismo... y siempre lo paceden los mismos...
Besos tan inmediatos como los tuyos!!!!

Thiago dijo...

Cari, a ti te hace falta no ya una Ley de la Memoria Histórica, sino una de la Memoria Protohistórica, jaja Nuse que sería de aquellas familias en esos años que no había sindicatos ni nada de eso, pero ya me lo imagino (igual que ahora ocn sindicatos): el muerto al hoyo y el vivo... YO después de leer hace poco de un obrero que se quedó paralítico en la obra y el juez aun encima le metió una multa y dijo que la culpa era de él y tal... ya no me sorprende nada.


Bueno, siempre puedes conseguir que Garzón inicie una investigación....

Mucho nos gusta Uclés, eh! jajaj Bezos.

hm dijo...

Es una pena, pero por una mera cuestión de estadística, las grandes obras suelen acarrear muertes... lo que resulta sorprendente es que en esa época hubiese más respeto hacia los fallecidos del que hay en muchas ocasiones.

De todas me gustaría decir una cosa respecto de lo que ha dicho Thiago, yo no sé cual es la situación del accidente de ese hombre, pero hay cada persona por ahí que le digas lo que le digas, no te hace caso.

Angel dijo...

jajaj! Thiago -Mentor Meus-... Mucho nos gusta Uclés!... ¡qué le vamos a hacer!. Yo soy partidario de esa Ley protohistórica que proteja y respete las infinitas piedras históricas de España. Y que Garzón mande un Oficio a la Conferencia Episcopal para que haga relación de todas esas piedras. jajaj!!! ¡A ver qué le parece a Rouco!... Total! La iniciativa actual de Garzón va a quedar en eso... en muchos ruidos y pocas piedras!
Besos!!!!

HM... Sí! realmente es una piedra curiosa. Por el homenaje a gente humilde de todo un Prior de la Orden de Santiago. Es como si el Presidente del Congreso mandara labrar una estela por un humilde ciudadano... en fin! ¡cosas de la historia!!
Un abrazo. Angel.

jahh dijo...

Fue una de nuestras primeras salidas juntos. Nos conocíamos a penas unas semanas y estabas deseoso de llevarme al sitio que tanto marcó tu vida. El lugar que tan buenos recuerdos te traía, tu lugar talismán en el que habías crecido y pasado parte de tu juventud. Entraste muy joven y un lugar como aquel –internado, lejos de tu familia, con curas por todas partes- marca para siempre. Me lo enseñaste con tus ojos. Tu emoción y tu cariño.

Las piedras, las baldosas, los cuadros, las escaleras te saludaban sonriente mientras tu alcanzabas con señorío aquellos pasillos enormes, aquél patio de película en dónde habías correteado mientras sudabas latín por tus poros hambrientos. Abrías puertas esperando encontrarte compañeros, profesores, sombras en aquél sitio desierto. La capilla, la biblioteca, los cuartos de baño, el enorme dormitorio. Te brillaban los ojos con tal intensidad, que no hacía falta aquella cálida luz que se adentraba por las ventanas. Me encantó descubrir la cama y el escaso mobiliario del que había sido tu dormitorio. Si prestaba atención podía escucharte recitar oraciones en latín, fórmulas matemáticas o sesudos compendios filosóficos.

Recordé al protagonista de Tokio Blues mientras continuabas explicando –embelesado- los habitáculos que habitaron tus compañeros. Fulanito, menganito, esos amigos que formaron tu círculo más íntimo en aquellos años de olor a incienso, cirios y frío en las duchas.

Nunca te alejaste de aquél lugar. Sus muros, sus piedras, el edificio entero viajan contigo en forma de postales en color sepia engarzados en las celdas de tu cerebro. Fue una época ilusionante, de clamor en tu vida.

Aún hoy, te emocionas cuando ves el monumental edificio desde la lejanía, mientras el coche que se desliza por la autoría ve tu sombra jugueteando por aquellos parajes en gris placidez.


jahh

hm dijo...

Uno es lo que vive... pero los lugares son quienes lo viven... el texto de jaahs, es un homenaje.

Angel dijo...

Jahh: ¡Nadie pudo decirlo mejor!. Bonitas palabras, bonitos recuerdos y bonito viaje aquel.
Besos, mon amour!

HM: Toda la razón. Los sitios, en gran parte, somos nosotros. Y nuestros recuerdos están engarzados en aquellos sitios que tanto determinaron nuestros días. Bonitas palabras... Y muy acertadas. Besos!