jueves, 20 de noviembre de 2008

Cristo-fobia










Cuando Luna vió mi nueva adquisición, dijo que ella nunca jamás volvería a dormir en mi dormitorio. Bien estaba, según ella, que tuviera que dormir con una "preciosa" -según mi opinión- talla de San Juan -Un San Juanito en pelotas de pequeñas dimensiones con su culito al aire y sus partes íntimas al fresco-, pero dormir con semejante Cristo en la pared de mi dormitorio ya le parecía excesivo. No estaba dispuesta a ello. No quería ni pensar el hecho de estar plácidamente durmiento y despertarse mientras le observaba mi Precioso Cristo del Siglo XVII cuya foto adjunto y que ha sido una de mis adquisiciones favoritas en cuanto al Gitano "Cudeiro" se refiere.
-¡Ah, payo! ¡te llevas una buena pieza! ¡que te lo dice el Gitano Juan!... ¡Ay payo! Que es un Cristo mu bueno. Ques del XVII. Que te lo digo yo, que ya sabes que yo a ti taprecio mucho!- Me decía Mi Gitano mientras me vendía el Cristo.

Ciertamente, a mí el Cristo me parece precioso. Del XVII bien entrado, mi Cristo abre los brazos como si no estuviera Crucificado -y es que no lo está, dado que en el transcurrir del tiempo ha perdido la Cruz donde estaba clavado, conservando al respecto, únicamente, unos preciosos clavos de forja que todavía mantiene en sus manos y pies-. Es un Cristo abrazador, dado que, a diferencia de los Cristos Jansenistas que parecían estrechar sus brazos indicando que la salvación era para unos pocos elegidos, entresacados y escogidos, mi Cristo tiene los brazos bien abiertos para acoger a todo pecador, no pecador o todo ser viviente que se precie. Y por eso me gusta tanto. Además de por tus pies que, alargados y bien estilizados -hay que reconocer que mi Cristo está muy bueno- me recuerdan al Manierismo Renacentista más puro.

Pero el caso es que a Luna no le ha gustado nada. Y parece que incluso le da miedo. No entiendo por qué. Y claro, cuando venga por casa -es amiga de la familia- tendré que, o bien retirar mi Cristo, o bien alojarla en otra dependencia. Y no es cuestión. Vamos... que no estoy dispuesto a ello.¿Por qué? Porque ahora que estamos en plena polémica con la reirada de los Cristos, me parecería muy feo hacerle esa jugarreta a mi Precioso Cristo del XVII. Que lo quiten de los colegios, está bien. Pero yo no estoy dispuesto a retirarlo de mi dormitorio. De ninguna de las maneras.He de reconocer que en mi colegio público había unos Cristos muy discretos que siempre pasaron por tales, y he de reconocer que no recuerdo que en mi Colegio Privado Religioso hubiera Cristos Semejantes. El caso es que a mí, que hubiera o no hubiera Cristos en las escuelas, me daba sinceramente igual. No me traumatizaba por eso. Ni mucho Menos.

Y es que, siempre ha sido muy amante de lo Simbólico. Me ha encantado todo la simbología religiosa. Y por eso no entiendo esa polémica de los Cristos y su retirada así como tampoco entendería la retirada de las estrellas de David o los símbolos islámicos de las escuelas. Bueno, sí. Lo puedo entender, pero me parece una polémica un tanto absurda. A fin de cuentas, toda simbología religiosa lleva aparejada unas connotaciones históricas y culturales de los pueblos donde se encuentran. Y es evidente, que en España, los símbolos cristianos, judios y árabes son innatos a nuestra propia historia y cultura. A nuestro arte, nuestra literatura y hasta nuestra personalidad.

Por eso me parece absurdo ese empeño por retirar los Cristos de todos los sitios públicos.

No obstante, unos los retiran y otros los compramos. Y claro! personalmente me viene muy bien. Porque si no, ¿dónde hubiera yo conseguido mi estupendo Cristo del Siglo XVII?. Menos mal que alguien lo ha retirado. Así yo lo he colocado en mi dormitorio, a pesar de lo que piense Luna.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Padre Espiritual

Aquellos años y en aquel Colegio existía una figura a la cual todos temíamos en sus primeros llamamientos.
Por regla general, durante las horas de estudio comunitario, me di cuenta que un día llamaban a un compañero para que fuera a hablar con uno de los Curas.
D. Antonio era una buenísima persona. Lo cierto es que si a mí el Vaticano me otorgara el Poder de conceder la Santidad, D. Antonio sería el primero de todos los Santos del Calendario. Llegué a apreciarlo tanto durante aquellos años y en días venideros que cuando le sobrevino la muerte mi alma lloraba por dentro al pensar que ya nunca podría mantener esas charlas ni observar aquella sonrisa cariñosa y protectora. Cura a la desacostumbrada usanza, D. Antonio, tras estudiar en Comillas y ordenarse Sacerdote, se largo a París recorriendo media Francia a la vez que perfeccionaba su estupendo francés siendo cura obrero.
Y tras su llegada a España y dado su dote para trabajar con la juventud y adolescencia, le otorgaron el cargo de Padre Espiritual en el que fuera mi Colegio, además de profesor de diversas materias -francés, latín, griego...- y tutor de cursos varios.
Y, como Padre Espiritual que era, D. Antonio ejercía su cargo con toda la dedicación del mundo.
Yo temía que llegara el momento, porque, según decían, D. Antonio te sentaba en una mesa camilla y allí mismo te exorcizaba mientras un brasero te calentaba tus piernas por debajo en honor al infierno que podría abrirse si tu lengua mentía a sus delicadas preguntas.
Llegado el día, recuerdo el toquecito en el estudio:
-¡Angel! Te llama D. Antonio. ¡A su habitación!.
¡Dios! Seguro que el infierno se abría de par en par al entrar en el recinto... y ya veía yo a D. Antonio haciéndome hacer examen de conciencia rigurosa mientras mi corazón latía rápidamente a un ritmo casi insoportable.
Llamé tímidamente a la puerta, y una voz grave me decía desde lo profundo del averno:
-¡Pasaaaaaa!
Fue entonces cuando D. Antonio me sentó en aquella mesa camilla. Y, para mi sorpresa, aquello no era tan doloroso como todo el mundo decía. Sencillamente, D. Antonio comenzó una conversación cualquiera -Te gusta Mecano, me han dicho! (me dijo)- y desde Mecano y Ana Torroja se inició una conversación de lo más agradable.
-¡Dios! -decía yo para mis adentros-. Seguro que ya queda poco para que me pregunte si me masturbo. ¡Seguro!... Al menos, todos dicen que lo pregunta. Si me pregunta eso, me muero. ¡Que no me lo pregunte, Dios Mío! ¡que no me lo pregunte! ¡que me muero!
-¿Y qué tal en tu pueblo? -Decía D. Antonio.
-Bien!
-Me cuentan que eres bastante tímido. ¿Es cierto?
-Sí, D. Antonio.
-Ah! También sé que te encantan los libros de arte. Tienes mi permiso para mirar mi enciclopedia y mi historia del Arte. Sabes que no a todo el mundo le está permitido. Hay muchos desnudos.
¡Ya! ¡ahora sí! -me decía yo- ¡Ahora seguro que me pregunta si me masturbo. Y si pienso en Chicas o en Chicos... y le tendré que decir que siempre pienso en Chicos... ¡dioooosssss! Y si no se lo digo, se va a dar cuenta... Miento tan mal, que seguro lo nota en mi mirada. ¡Seguro! Y cuando se entere de que pienso en Chicos, además de fulminarme por tocármela, me va a gritar por ser tan Maricón Perdido. Y se enterarán todos los curas... eso si no me colocan el San Benito: ¡aquí está el Maricón de la presente promoción!... ¡dios! ¡que no me lo pregunte!... ¡que yo me escapo del colegio! ¡aunque me tueste a hostias mi padre bendito! ¡que no me lo pregunte, dios mío!
-Es bonito contemplar el cuerpo humano, no obstante -seguía D. Antonio- y hay que tener capacidad para ello. Confío en que, a pesar de todo, puedas hacerlo. Contemplar sanamente el arte, me refiero.
-Sí, D. Antonio. Sí... me gusta mucho el románico.
-Ya. Por eso tienes permiso.
Esos ojos penetrantes me estaban desnudando por dentro. D. Antonio sabía que esperaba la pregunta maldita y sabía que me moría por dentro. Siguió mirándo a mis ojos y después de una larga y cariñosa sonrisa, me dijo:
-Ya puedes irte. ¡Recuerda!. No has de ser tan sensible ni tan tímido. Has de saber controlar todo lo que llevas dentro.
¡Vale! D. Antonio... procuraré seguir sus consejos.
Siempre he tenido la duda de saber si D. Antonio me conocía tan profundamente por dentro.

martes, 18 de noviembre de 2008

Luisma


Luisma era total.

Cuando llegué al internado, yo vivía en la más absoluta de las necedades en cuanto a la estética de Marcas se refiere.

Fue entonces cuando conocí a Luisma. No era el prototipo de chico con el cual yo tuviera mucho en común. Al parecer, sus padres habían determinado ingresarlo -como si de un enfermo mental se tratara- en el internado para reformar su conducta.

Guapo, atractivo y cargado de cientos de buenas marcas en sus polos, zapatillas, pantalones, calcetines y calzoncillos, Luisma fue todo un descubrimiento para mí.

En sus años anteriores había estudiado en un Instituto Público donde, cargados sus bolsillos de billetes muchos, había intimado con todos las personajes más influyentes del lugar y había dedicado, pues, sus inquietudes a la vida licenciosa sin pegar ni golpe en cuanto a sus estudios de Bachillerato se trataba. Sus padres tomaron cartas en el asunto, y al año siguiente fue a dar con sus lindos huesos y sus estupendas marcas en el supuesto riguroso internado, donde, una vez más, Luisma empezó a tratarse con la gente que él, según sus cánones monetarios, entendía que era la de más alta brillantez; o sea, con los que más marcas lucían.

Por eso; yo, que hasta el momento no sabía qué eran unas Zapas "naiq", una camisa "barberris", un pantalón "levis 501, etiqueta verde, rosa, amarilla y sabe dios qué más", un polo "polo", una colonia "farenjeiz", unos calzoncillos "calvinclein", unos calcetines "armani" y una cazadora "plumas con un pollo estampado", como no sabía qué era todo eso -digo- ni los lucía, he aquí que Luisma me ignoró cierto tiempo.

Recuerdo que pasaba meses con mil pesetas en el bolsillo, bien custodiadas, mientras que Luisma sacaba unos billetes de cinco-mil que alucinabas al verlos!.

Pero claro! él mismo se dió cuenta que sus amistades lucían muchas marcas pero eran realmente imbéciles -los pijos de aquellos días no podían tenerlo todo! jajaj!-... y todavía lo recuerdo bajar por la calle del internado mirándome de reojo como interesándose por mi amistad. Había decidido que le merecía más la pena rodearse de mi presencia y de la de mis amistades que de la presencia de aquellos modelitos que lucían todo tipo de prendas caras pero que eran más tontos "que forrondón" -como decían en el pueblo- alardeando siempre de ser unos machos foráneos.

Y fue entonces cuando Luisma se pegó a mi persona y empezamos a ser inseparables en todos los sentidos. A la hora de los recreos, a la hora de los paseos semanales, a la hora de los estudios e incluso a la hora de organizar las vacaciones.

Ahí empecé a descubrir el mundo de las marcas, que nunca me han sugerido nada en absoluto hasta que vi a Luisma en Calzoncillos Calvin Klain. Fue cuando íbamos a ponernos el bañador uno de esos veranos. Yo estaba acostumbrado a calzoncillos como los que siguen:


Pero los calzoncillos de Luisma eran espectaculares. Además de guapo, lucía unos calzoncillos estupendos.

Tengo que darle muchas gracias a Luisma.

Cuando se bajó aquellos preciosos calzoncillos... descubría yo que definitivamente algo pasaba por mis organismos. Tenía una configuración genital estupenda... Toda ella bien adornada con una buena mata de pelo negro.

Definitivamente, con los calzoncillos de Luisma, aprendí que era Gay.

lunes, 17 de noviembre de 2008

Su Capullo -Servus Servorum-

Lo primero que siempre encuentro al volver a mi lugar de procedencia es la susodicha estampa. Lo cierto es que la portada de la Iglesia Parroquial es muy bonita. Pero los Marqueses de Cañete -La Gran familia Castellana de los Hurtado de Mendoza- hicieron estampar en la Iglesia, que según las crónicas financiaron, el famoso escudo.
Me resulta curioso que, en un pequeño pueblo y en tiempo tan antiguo (Siglo XVI) los aldeanos tuvieran ese sentido del sometimiento papal tan arraigado. Y es que, justo en la clave del arco de entrada a la Parroquia, se talló de forma evidente un escudo Papal con las tres tiaras -representando los tres poderes del Papa (espiritual y temporal básicamente) y las famosas Llaves que todo abren y todo cierran. Y allí sigue, justo en la cuesta de entrada al pueblo, en la calle principal de acceso al mismo. Ya 500 años y el escudo -aunque un poco desgastado- sigue tan tranquilo viendo pasar el tiempo y recordándonos a todos sus habitantes los poderes supremos de todos los "Papuchos" que en la historia han sido.
Yo, personalmente, no tengo nada contra de los Papuchos, aunque he de reconocer que nunca me han resultado muy simpáticos. Y cuando hablan de ellos como Su Santidal tal, Su Santidad cual, me pongo amarillo y siempre replico diciendo que las famosas Sus Santidades -S.S.- nada tiene que ver con el sentido que actualmente se le da, sino que las Santidades de Su Santidad, o sea, las "eses" hacen referencia a "Servus Servorum", es decir, el Siervo de los Siervos; ¡vamos! el más tirao del mundo mundial; es decir, el Siervo que sirve a los que sirven...
Y claro... los beatos interlocutores no me pueden soportar.
He de reconocer que me atraganto cada vez que contemplo el referido escudito cuando llego al pueblo (o al "rancho" -como un anónimo solía denominarle-) y lo primero que veo es el famoso escudo Papal. ¡Malditos marqueses y la madre que los parió a todos! ¡bien no la metieron a todos los paisanos con el escudito!...
Eso sí! me río cada vez que lo veo al recordar a un buen amigo mío quien, en cada ocasión que salía de fiesta y se tomaba una copa de más -hechos muy frecuentes en su vida diaria- se iba a la que fuera La Plaza del Caudillo -hoy de la Constitución- y ante el referido escudo -y ante el fotografiado escudo papal, que cercanos se encontraban- se bajaba sus pantalones mostrando su estupendo culo -¡qué bueno estaba Jesús, por dios! ¡qué culo!-. En otras ocasiones enfocaba su lindo pene al famoso escudo y retirándose los escrotos, hablaba de tal forma al escudo:
-¡Tomad, capullos! -decía mientras les enseñaba dicha flor -o sea, Su Capullo-. ¡Tomad capullos, hijos de puta!... ¡Toma capullo, Papa y toma capullo, Caudillo!...
Y claro... yo disfrutaba -entre carcajadas- viendo a Jesús con Su Capullo en mano hablando con los otros dos capullos -Papa y Caudillo-.
Eso sí! Tal comportamiento no pudo soportarse en la localidad ni por su Alcalde a cuyos oidos llegó la noticia de semejante espectáculo. Fue cuando el Regidor de turno tuvo que regañar a Jesús por mostrar tan fácilmente Su Hermoso Capullo. Eso sí! Jesús consiguió que quitaran la Placa de uno de los capullos menores -la del Caudillo, que presidía la plaza-, todo por Decreto Municipal... aunque la Papal quedó allí para siempre al considerarse Monumento Nacional.
Desde entonces, ya no he tenido la suerte de disfrutar con aquel Hermoso Capullo!



viernes, 14 de noviembre de 2008

Se queda atrás.

Hoy es uno de mis últimos días en mi actual trabajo. Después de unos años aquí, he de reconocer que me cuesta desprenderme de estos muros, de este Paisaje que contemplaba cada mañana desde mi ventana. Me he levantado con toda la melancolía en mis manos y he palpado cada rincón de mis recuerdos en el lugar. Una comida de despedida, un paseo por sus calles, una copa larga y sosegada. Una larga velada nocturna. Un buen regalo. Todas mis añoranzas.
Emprendo una nueva etapa. Nuevos rostros, nueva gente. Supongo que nuevos amigos. Me va costar dejar el sitio.
Hoy emprendo una nueva escalada.
¿Alguien me acompañará en este ascenso?

jueves, 13 de noviembre de 2008

Tío Belloto




Cuando lo veíamos salir de su casa, todos le gritábamos desde las alturas:

-¡Tío Belloto! ¡Tío Belloto! ¡Tío Belloto!

El Tío Belloto fue combatiente en la Guerra Civil española y lo hizo, como no podía ser de otra forma, en el Bando Republicano cuyos milicianos ocuparon toda la zona haciendo de las suyas en el edificio. Supongo que por incultura aquella gente, devastó todo lo que encontraba a su paso y según me contaba el Tío Lucio -otro lugareño- cuando descolgaron las campanas del Monasterio y éstas se estamparon contra el suelo, el ruido en el pueblo fue tan grande que me aseguraba que a algunos les entró una sordina pasajera. Aquel estupendo metal serviría para la fabricación de artilugios de guerra a la vez que la gran cantidad de metales preciosos incautados en sus armarios platerescos-cálices, copones, patenas, cruces procesionales de oro y plata y demás elementos litúrgicos- servirían para financiar una costosa guerra. El Retablo Mayor de Dardero fue destrozado a hachazos pues en aquellos duros inviernos, el Monasterio necesitaba estufas donde calentar a los milicianos. La Biblioteca sirvió para darse un buen calentón, y cuando los libros eran arrojados por las ventanas, en el suelo les esperaba una estupenda hoguera de incunables y obras únicas que acabaron calentando sus muslos y sus traseros -es todo un lujo calentarse con un libro del siglo XIV o XV, según dicen!-.

El caso es que el Tío Belloto contemplaba muy gustoso aquellos desastres desde su bando republicano, pero lo que desconocía el Tío Belloto es que cuando el otro bando vino conquistando el territorio -conquistando o reconquistando, que eso son cosas de la historia- su futuro se iba a poner muy, muy negro. Y claro! el Tío Belloto -represaliado por el nuevo régimen- odiaba todo lo que olía a General, a Cura o a Iglesia.

Con la democracia, el Tío Belloto, ya mayor, vivía en su casa del pueblo contemplando en las alturas aquel paradójico Monasterio que volvía a tener vida -tras la destrucción- y que alojaba un Colegio Religioso.

Me consta que el Tío Belloto conspiraba como podía contra aquella institución que tenía todos los días a las alturas de su tejado -el Monasterio se alza imponente sobre el pueblo- y él mismo se ofrecía a los residentes para actos prohibidos por el Reglamento del Internado: así, cuando uno no quería que sus cartas llegaran al Monasterio, daba la dirección del Tío Belloto que muy gustosamente te las guardaba y evitaba una bronca institucional cuando el cura de turno te abría el correo y descubría que estabas teniendo una relación amorosa o que aquel que te escribía no era conveniente para tu moral, tus buenas costumbres y tu buena educación. Por eso, todos -paradojas de la vida- adorábamos al Tío Belloto, porque era como un Maquis instalado al lado del Colegio. Un Maquis que nos colaboraba en todas nuestras prohibidas andanzas. Uno podía fumar en casa del Tío Belloto, tomarse una copita en Casa del Tío Belloto o incluso, si lo deseaba, darse el lote con una buena cordera en su sofá-no con un cordero, porque el Tío Belloto no estaba preparado para la homosexualidad-. ¡Ahí estaba el Maquis del Tío Belloto!.

-¡Ya suenan los Cañones! respondía el tío Belloto a pie de Muralla. ¡Ya vienen! ¡Ya llegan! ¿No los oís? ¡Pues ya van a por vosotros otra vez! ¡Preparaos! ¡Preparaos! ¡Que ya vienen a cortaros otra vez el cuello! -decía el Tío Belloto, refiriéndose a una supuesta reconquista miliciana del edificio-


Yo no oí nunca esos Cañones, pero para el Tío Belloto, morirse fue toda una decepción, porque no tuvo ocasión de ver de nuevo a su España Comunista y Miliciana, anticatólica y anticlerical. Y cuando murió, al Tío Belloto le clavaron una enorme cruz en su sepultura -cosas del destino y de la vida-... y supongo que andará clamando por ello allá donde se encuentre y luchando por la Instauración de la Tercera República Española.

¡Menudo era el Tío Belloto!

domingo, 9 de noviembre de 2008

Billetes Inmobiliarios

-Éste te queda en 32 millones y medio de las antiguas pesetas -dijo el usurero inmobiliario-

-¿32 Millones y medio? ¿Pero usted está bien de la cabeza? Pero si es igual que el de dos dormitorios y apenas un poquito más grande! -le dije yo-

-¡Ay! -daba alaridos mi madre, experta hipotecaria- ¡Si esto es un garito! ¡no me gusta nada! ¡32 Millones! ¡de ninguna de las maneras! Pero si los baños no tienen ventana. ¿Dónde se ha visto unos baños sin ventana? ¡A ver, Sr. inmobiliario! ¡a ver! ¡dígame por dónde se van los olores!... Porque claro... un baño sin ventanas, ¡pues ya me dirá usted a mí!... ¡No me gusta! ¡no me gusta! ¡no me gusta! ¡esto no!

-¡Mamá, tranquila, que todavía no lo he comprado! -dije yo, resignado y ejercitando una paciencia infinta-

-¡Ni lo vas a comprar! ¡esto es una garito!.

-¡Señora! -dijo el inmobiliario promotor-: ahora mismo los baños se construyen casi todos sin ventanas. El arquitecto los diseña así y todos los baños que hacemos son sin ventana.

-Pues... ¡ya me dirá usted por dónde se van los olores!... ¡en mi vida he visto yo unos baños sin ventana! ¡que no! ¡esto es un garito! ¡esto es un garito! ¡esto es un garito! ¡32 millones por un garito de 71 metros cuadrados!... ¡y qué armarios más pequeños! ¡pero si en esta habitación no cabe una cama! ¡esto es una estafa! ¡una vergüenza! ¡impresentable!. ¡Vámonos ahora mismo y que se quede este señor con su piso!

-¡Mamá! ¡por favor! ¡tranquilízate!

-Pero... ¿cómo me voy a tranquilizar si este Señor te quiere vender un piso con los baños sin ventana? ¡He dicho que no! ¡que no! ¡y que no! ¡Y es que no!

-Me gusta el de dos dormitorios, Sr. inmobiliaro -dije yo-. El de tres es muy caro para tan pocos metros y hay muy poca diferencia entre uno y otro para que el de dos valga 27 millones y el de tres 32 y medio.

-Mire... pues ya no puede ser. Lo acaban de vender esta misma mañana. Como no se vendía nada lo pusimos en una inmobiliaria... y esta misma mañana lo han vendido.

-Desde luego -dije yo-. No tengo suerte para nada.

-¡Pues ahora mismo nos vamos! ¡Un piso con los baños sin ventana! ¡dónde se habrá visto cosa semejante! ¿Pero es que usted se piensa que van a poder vender un piso sin ventanas en los baños? ¡Usted está loco, Sr. promotor! -gritaba mi madre-


Y así, entre alaridos, discusiones y disgustos transcurren mis actuales tristes días. Menos mal que mi chico me ha sacado de esta rutina.

Por cierto: ¿alquien quiere uno de esos billetes?
Foto cedidas por jahh/jahhy Burbujas De Deseo

lunes, 3 de noviembre de 2008

INTERMEDIO


Ha llegado el momento. Hoy es el último día. Pongo fin a la conexión desde la que fuera mi casa. Echo el cerrojo, o estoy a punto de echarlo. Es lo que tienen los traslados laborales: uno se acostumbra y cuando tienes que trasladarte, no sabes dónde empaquetar tantos recuerdos.
Me resulta difícil dejar atrás seis años, pero hoy es el último día que estoy entre estos muros. Termina una fase, y comienza la siguiente.
Lo he empaquetado todo, lo he ido trasladando todo. Hasta el mínimo recuerdo. Las paredes han quedado blancas y frías. Sólo un ligero color amarillento sugiere la presencia de mi chico en ella fumando como una chimenea. Por lo demás, en esta casa he hecho el amor gustosamente y he disfrutado de mi chico apasionadamente. Es lo que más siento. Cuando la deje, me llevaré los recuerdos de su cuerpo desnudo acariciendo cada rincón de mi piel. Cada cajón de su cocina fue una noche de pasión para mí y una nueva lección en mi inexperiencia.
Ahora empieza una nueva fase. Una nueva búsqueda. No sé dónde voy a colocar tanto trasto, tanto chisme y todas mis antigüedades. Por el momento, estos días y por la fuerza estaré un tanto desconectado de internet. Hasta que encuentre un nuevo enchufe.
Espero encontraros pronto por aquí o reencontraros de nuevo cuando vuelva.
No quiero perderme ninguna fiesta en mi ausencia y, cuando tenga la mínima ocasión, volveré a vuestro encuentro.
Esperemos que sólo sean cuestión de algunos días. Mientras tanto, un beso.