Y siguiendo el Plan establecido por nuestro Amigo Andrés "El Homógrafo Granaíno", voy a iniciar en este mes de enero mis capítulos sobre el Malafollamiento al que ha sido consagrado este Año Santo, procurando rememorar en cada uno de los meses integrantes del año un capítulo de mi vida donde el Malafollamiento se ha manifestado con toda intensidad.
Yo no he sido nunca una persona con mucho malafollamiento, pero como buen Géminis he de reconocer que tengo una paciencia infinita, pero cuando las circunstancias adversas me superan, hago uso de mi malafollamiento derivado, por herencia genética, de mi Abuela paterna.
Recuerdo capítulos muy incipientes de malafollamiento en mi más tierna niñez, como aquel en el que tuve el primer capricho de infancia al cual no estaba dispuesto a renunciar -algún muñeco que vendían en la tienda del pueblo-. Ante la negativa de mis padres en financiar mi capricho, yo no dudé en acometer mi primer atraco a mano armada y forzando la hucha de mi hermano mayor, conseguí todo el dinero que necesitaba para hacer la compra. Una maravilla de compra, y con muy bajo coste para mi bolsillo. Bueno... más o menos igual que las acciones de la Gürtel.
Pero, el primer capítulo de Malafollamiento que yo recuerdo en mi vida, tuvo lugar con Dña. Fernanda, una de las maestras de mi niñez. Es la primera vez que yo he sentido lo que era el malafollamiento en mi vida y la violación de mi dignidad.
Recuerdo que allá por los seis añitos yo iba a la clase de Dña. Fernanda. Por tratarse de un pueblo pequeño, los niños solíamos ir sólos al colegio a tiernas edades porque estábamos educados en la filosofía de "Niño da rua" desde muy temprana edad.
Mi protocolo antes de ir al colegio era pasar por la tienda de la Tía Emilia para que me regalara un puñado de confites. ¡Qué confites! ¡qué sabor a chinchón más rico!... y con mis confites, irme al colegio a "soportar" a la chochona de Dña. Fernanda, que como maestra de Capital era muy fina y elegante.
Aquella mañana era horrorosamente fría. Era muy frecuente que nevara en invierno y aquella mañana había caido un nevazo considerable por lo que, el aquí declarante tuvo que entretenerse haciendo el "lolo" con la nieve y con los confites. El caso es que, recuerdo que cuando llegué a clase, ya estaban todos mis compañeros dentro y aquello daba evidencias claras de que yo había llegado tarde. Fué entonces cuando atacó la chochona de Dña. Fernanda:
Yo no he sido nunca una persona con mucho malafollamiento, pero como buen Géminis he de reconocer que tengo una paciencia infinita, pero cuando las circunstancias adversas me superan, hago uso de mi malafollamiento derivado, por herencia genética, de mi Abuela paterna.
Recuerdo capítulos muy incipientes de malafollamiento en mi más tierna niñez, como aquel en el que tuve el primer capricho de infancia al cual no estaba dispuesto a renunciar -algún muñeco que vendían en la tienda del pueblo-. Ante la negativa de mis padres en financiar mi capricho, yo no dudé en acometer mi primer atraco a mano armada y forzando la hucha de mi hermano mayor, conseguí todo el dinero que necesitaba para hacer la compra. Una maravilla de compra, y con muy bajo coste para mi bolsillo. Bueno... más o menos igual que las acciones de la Gürtel.
Pero, el primer capítulo de Malafollamiento que yo recuerdo en mi vida, tuvo lugar con Dña. Fernanda, una de las maestras de mi niñez. Es la primera vez que yo he sentido lo que era el malafollamiento en mi vida y la violación de mi dignidad.
Recuerdo que allá por los seis añitos yo iba a la clase de Dña. Fernanda. Por tratarse de un pueblo pequeño, los niños solíamos ir sólos al colegio a tiernas edades porque estábamos educados en la filosofía de "Niño da rua" desde muy temprana edad.
Mi protocolo antes de ir al colegio era pasar por la tienda de la Tía Emilia para que me regalara un puñado de confites. ¡Qué confites! ¡qué sabor a chinchón más rico!... y con mis confites, irme al colegio a "soportar" a la chochona de Dña. Fernanda, que como maestra de Capital era muy fina y elegante.
Aquella mañana era horrorosamente fría. Era muy frecuente que nevara en invierno y aquella mañana había caido un nevazo considerable por lo que, el aquí declarante tuvo que entretenerse haciendo el "lolo" con la nieve y con los confites. El caso es que, recuerdo que cuando llegué a clase, ya estaban todos mis compañeros dentro y aquello daba evidencias claras de que yo había llegado tarde. Fué entonces cuando atacó la chochona de Dña. Fernanda:
-¿Te parece bien llegar tarde al Colegio? ¿Qué horas son éstas de venir?
Aquella pregunta violentó tanto mi naturalidad y disimulo a la hora de entrar en clase, que odié por un momento y de forma intensa a la Chochona de Dña. Fernanda, mirándola con los ojos torcidos y enseñando mis tiernos dientes sin pronunciar palabra. Pero, Dña. Fernanda insistía e insistía en pedir explicaciones y el declarante, insistía e insistía en no darlas y permanecer en silencio.
-¿Es que no me oyes? -dijo en tono áspero Dña. Chochona.
Y el declarante permanecía el silencio con un malafollamiento cada vez más intenso.
-¡Sr. Angel G.! Si no contesta tendré que adoptar medidas drásticas en este desagradable asunto.
Y Angel G. permanecía en silencio odiando a aquella vieja que estaba quitándole la Paz interior.
-Por última vez, ¡o me dice por qué ha llegado usted tarde o tendré que adoptar medidas!
Y fue entonces cuando, en mi primer momento malafollao miré con odio intenso a Dña. Fernanda y empecé a meter en mi cartera todo aquello que había extraído mientras ella me hablaba.
Lógicamente, Dña. Rotermeyer se puso de los nervios al ver que, sin contestarle, yo recogía todos los utensilios en presencia de toda la clase y sin poder hacer nada, vió cómo me colocaba tranquilamente el abrigo haciendo tiempo para ser observado por todos y enrollándome la bufanda de colores; vió cómo recogía minuciosamente mi cartera y sin prisa ni alteraciones me largaba de clase sin tan siquiera despedirme.
Fué mi primer acto de rebeldía contra aquel sistema educativo. Recuerdo llegar al día siguiente con toda naturalidad y con el convencimiento de que si Dña. Fernanda procedía de igual modo que el día anterior, yo procedería a recoger y retirarme de nuevo. A malafollao no me ganaba nadie y yo no estaba dispuesto a perder la dignidad ya con seis años ni a dejarme amargar por una señorita.
No tuve especial feeling con Dña. Fernanda, ni la recuerdo con notas cariñosas. A pesar de ser un alma entregada a la educación en el pueblo. Y es curioso que sí recuerde muy afectivamente a otros maestros/as que han pasado por mi vida, pero aquel capítulo borró cualquier tentación de afectividad con aquella maestra que me consta que fue muy eficiente educativamente.
Pero aquel capítulo impidió que yo le entregara en el futuro MI AMOR.
Aquella pregunta violentó tanto mi naturalidad y disimulo a la hora de entrar en clase, que odié por un momento y de forma intensa a la Chochona de Dña. Fernanda, mirándola con los ojos torcidos y enseñando mis tiernos dientes sin pronunciar palabra. Pero, Dña. Fernanda insistía e insistía en pedir explicaciones y el declarante, insistía e insistía en no darlas y permanecer en silencio.
-¿Es que no me oyes? -dijo en tono áspero Dña. Chochona.
Y el declarante permanecía el silencio con un malafollamiento cada vez más intenso.
-¡Sr. Angel G.! Si no contesta tendré que adoptar medidas drásticas en este desagradable asunto.
Y Angel G. permanecía en silencio odiando a aquella vieja que estaba quitándole la Paz interior.
-Por última vez, ¡o me dice por qué ha llegado usted tarde o tendré que adoptar medidas!
Y fue entonces cuando, en mi primer momento malafollao miré con odio intenso a Dña. Fernanda y empecé a meter en mi cartera todo aquello que había extraído mientras ella me hablaba.
Lógicamente, Dña. Rotermeyer se puso de los nervios al ver que, sin contestarle, yo recogía todos los utensilios en presencia de toda la clase y sin poder hacer nada, vió cómo me colocaba tranquilamente el abrigo haciendo tiempo para ser observado por todos y enrollándome la bufanda de colores; vió cómo recogía minuciosamente mi cartera y sin prisa ni alteraciones me largaba de clase sin tan siquiera despedirme.
Fué mi primer acto de rebeldía contra aquel sistema educativo. Recuerdo llegar al día siguiente con toda naturalidad y con el convencimiento de que si Dña. Fernanda procedía de igual modo que el día anterior, yo procedería a recoger y retirarme de nuevo. A malafollao no me ganaba nadie y yo no estaba dispuesto a perder la dignidad ya con seis años ni a dejarme amargar por una señorita.
No tuve especial feeling con Dña. Fernanda, ni la recuerdo con notas cariñosas. A pesar de ser un alma entregada a la educación en el pueblo. Y es curioso que sí recuerde muy afectivamente a otros maestros/as que han pasado por mi vida, pero aquel capítulo borró cualquier tentación de afectividad con aquella maestra que me consta que fue muy eficiente educativamente.
Pero aquel capítulo impidió que yo le entregara en el futuro MI AMOR.
13 comentarios:
Si yo hubiera tenido un episodio semejante de malafollamiento me lo habia tragado un par de esas bofetadas eléctrico-maternas que no sabias ni por donde venían, item más: miradas de reproche familiar, decepción dejada bien clara e interrogatorio del tipo ¿como se te ha ocurrido?, A ver, ¿por que has hecho eso? Solo hubiera faltado el foco en los ojos y las astillas entre las uñas.
Aunque contado sí que era malafollamiento propio del año santo que proclamaste
Un abrazo
Pues sí, ese Angelito, para tan tierna edad, los tenía bien puestos. Te felicito, tío. Se dice que no hay peor desprecio que no hacer aprecio, y no hay mejor forma de cotrarrestar un ataque verbal que hacerle caso omiso. Pero esa acción en un niño de esa edad tiene mérito, jeje. Digna de ser aplaudida. Educar con la amenaza, el desprecio o el intento de extorsión está claro que es contraproducente, porque genera más rebeldía que sumisión. Y porque el principio de "dignidad" se desarrolla desde muy temprano, bueno, quizás no tan temprano, jeje. Yo recuerdo que mi madre me llevó a clase mi primer día de colegio (para enseñarme el camino), y el resto de la EGB fui solito, y a pie. Hoy en día ves a los niños de 11 añazos acompañados por sus padres que les llevan la mochila hasta la puerta del colegio,... ¿quizás para que no se entretengan por el camino, y desarrollen luego un "malafollamiento" precoz?, jajaja. Por cierto, tengo que decir que eso de "malafollá", con todo el respeto para los granaínos, me parece una palabra muy fuerte, y yo sería incapaz de decirla en público. En mi pueblo a eso se le llama "tener el santo subido". Pues, nada, a seguir celebrando el Año Santo del Santo Subido, jajaja. Besos, Ángel Priápide.
Eres mi discípulo más aventajado...jejejeje.... EJEMPLO PRÁCTICO DE MALAFOLLÁ: Una señora, hoy, entra al CORTE INGLÉS, y me dice: "Chico, ¿mañana, domingo, abrís?" y no me ha hecho falta responderle, porque mi mirada (y ella lo ha entendido todo) se lo ha dicho todo, algo así como: "¿Y usted tiene hígado? ¡Por que se lo voy a arrancar de cuajo, mientras me lo unto en paté para que usted lo vea entre estertores....!"
Aplausos! Eso es ser malafollá de nacimiento. Y como desde el desayuno se sabe cómo será la comida, me pregunto si sigues igual o te reprimes un poco. Y me parto de risa con los comentarios de tus lectores.
Abrazos mágicos y púrpuras,
Es que con esa malafollá te veo desde muy joven atentando contra las reformas educativas. Claro que esas eran todavía de la UCD. Si te imagino tal cual la maldición de damian.
Bicos ricos
Es que con esa malafollá te veo desde muy joven atentando contra las reformas educativas. Claro que esas eran todavía de la UCD. Si te imagino tal cual la maldición de damian.
Bicos ricos
Que hubiese dado por tener yo "esa mala follá" si volviesemos atrás, otro gallo cantaría, pero que le vamos hacer uno nació un poco memo
Joaquinito... No me digas esas cosas, que no creo que la sangre hubiera llegado al río. Supongo que mi madre algo me diría al llegar a casa, pero ese episodio no lo recuerdo, así es que no tuvo que ser nada dramático ni traumático. En todo caso, en casa siempre me permitían ciertas licencias pues, siendo como era un chaval poco problemático, yo pienso que consideraban que esas salidas eran justificadas en mi mundo interior. Siempre hubo en casa una tendencia a considerarnos bastante "maduros" "responsables" e "independientes" desde muy corta edad. Y supongo que eso hacía que se juzgaran ciertas licencias de forma más liberal... jaja!
En todo caso, yo siempre he tenido estas cosas en momentos de cabreos insoportables para mí... ya iré exponiendo en este año santo.
Un beso fuerte!
Robertote... ¡mi RobertoT!. Lo cierto es que yo he sido siempre muy cabezón con mi idea del bien y del mal, de lo moral y de lo inmoral, de lo justo y de lo injusto. Y desde siempre, cuando he considerado que algo era tremendamente injusto -para mí o para otros- no he dudado de montar "la de dios es Cristo" hasta llegar a la revolución. La injusticia me supera. Y supongo que aquella situación me resultó injusta ya a tierna edad... Porque... ¿qué pecado había cometido yo para que me expusieran como ejemplo de la maldad reencarnada? jajaja!
En fin! La palabra es prestada... jajaj! Es una marca de nuestro ínclito Andrés el Homógrafo... que yo le he copiado como método para la exposición.. jajajaj!
Besos, guapo!
¡Ay Andrés! ¡cómo te pones, joer!... ¡Macho, contrólate un poco! Que ya dice Esperanza Aguirre que va a abrir todos los Centros comerciales durante todo el año para que los trabajadores no se aburran en casa haciendo cosas que no deben... jajajaj! Supongo que esa señora, confundida con el asunto, te preguntaría inocentemente... Desde luego... es que no se puede con los trabajadores de hoy en día!!!! jajajajaj! ¡qué susceptibles están!... ¡por favor!... ¡A ver si tomamos ejemplo de la Sra. Merkel! jajajaj!
Besos, inspirador de todo ésto!!!!
Amigo Merlín... tú que eres un mago cojonudo!!! A ver si puedes hacer algún sortilegio para evitar mi malafollamiento! jajajaj!.. Bueno: procuro ser moderado en mi vida normal... eso sí, cuando me tocan las pelotas, uno pierde la paciencia... y aqui es cosa normal que me estén tocando las pelotas todo el día; estos trabajos tienen estos inconvenientes... jajaj!
Besos, Mi profeta preferido!!!
Mira que eres cabroncete, Pimfito... no me extraña que tengas locamente chiflados a todos los alemanes que pasan por tu vida! jajaj!...
Bueno... tú sabes que soy un bendito y que bien me podrías poner en el retablo de tu pueblo como a un San Luis Gonzaga, dada mi naturaleza virginal! jajaj!... Y que fueras a rezarme rosarios todos los días.... jajaj!
Aunque ya se que tú eres más de la Virgen del Carmen...jeje!
Besos, elemento!!!
Jajajaja, yo hice algo parecido, pero lo hice en tercero de BUP y con el director... y a mi sí me costó una expulsión tempporal :S.
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