

Me encanta esta canción. Me trae unos recuerdos tan entrañables que cada vez que la recuerdo no puedo evitar irme de viaje a esos años de mi infancia y rememorar a D. Vicente, cura-párroco de mi localidad.
En casa se solía ir a misa los domingos y días de guardar. No es que mi familia fuera un ejemplo de religiosidad extrema, pero mi madre procuraba llevar a sus hijos a la ceremonia como "Dios manda y manda la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana". Mi padre era más despegado en ese sentido y aunque se había educado, igualmente, bajo la tutela de esa institución tan presente en aquellos años, no tenía un apego tan grande.
Hoy, el templo parroquial ha sufrido reformas que han mejorado su aspecto estético. Sobre todo, han reformado el suelo, poniendo unas baldosas rojizas que dan color a la estancia y colgado una iluminación que da alegría a sus muros y sus capillas. Pero en aquellos días, el edificio se mostraba lúgrube, oscuro y frío y, he de reconocer que pasar a sus fauces daba mucho respeto, -miedo incluso- únicamente maquillado por la belleza de su gran retablo barroco central, dorado con el oro fino mexicano -según dicen- de mayor calidad que los Hurtado de Mendoza adquirieron para su decoración con todo el exquisito gusto de los que fueron Virreyes de las Indias.
Pero era entonces cuando, en medio de aquellas humedades y de aquella gran estancia dividida en tres enormes naves, sonaba la canción de "Chiquitita" por sus altavoces. Era como si de repente, la estancia fuera invadida por una ola de alegría y de luminosidad. Escuchar al grupo ABBA cantando aquella canción fue, para mí, durante años como oir un coro de ángeles. La nota de alegría de aquel mundo.
Desde entonces y durante mucho tiempo, ir a misa para mí iba unido a escuchar esta canción, pues D. Vicente la solía poner contínuamente en el templo parroquial todos los domingos. Tenía el "disco sencillo en español" de aquel tema guardado en un armario que había instalado en el presbiterio y dentro del cual se encontraba uno de aquellos tocadiscos.
Años después y ya más mayorcito, recuerdo subir yo mismo a aquel armario y buscar aquel disco. Desempolvarlo y volverlo a colocar cuando la iglesia no tenía mucha gente. Tenía un eco y musicalidad especial oir aquellas voces en el enorme templo parroquial o quizás es que, al escucharlo, me remontaba a aquellos años tan felices de mi niñez.
La vida suele ser más gélida de lo que, en principio, puede parecer. Si una canción como "Chiquitita" nos inculca optimismo, para D. Vicente la vida fue mucho más ingrata. Abandonado en la bebida, aquel dinámico y emprendedor párroco murió hace unos años víctima de un cáncer y quizás de la dejadez y del abandono emocional. Fué el destino de muchos de aquellos curas posconcialiares, quizás incomprendos por todos y deficitarios de cariño humano.
Hoy me pregunto dónde estará aquel disco. Nunca más lo he vuelto a escuchar. Quizás, en otro de mis arrebatos, tenga que ir en busca del armario ya retirado de su ubicación original. Quizás allí podré encontrarlo.