
Cuando voy al pueblo, me encanta visitar a Pili y a Félix. No sé por qué, pero siempre he tenido debilidad por los ancianos. A veces pienso que una de mis vocaciones hubiera sido dedicarme a los viejecitos dándoles todo el cariño que fuera posible.
Quizá será porque en los pueblos, esa cercanía con los ancianos es mucho más intensa. Desde los albores de mi memoria recuerdo haber visto siempre ancianos en casa de mis padres. Muchos de ellos venerables. La mayoría de ellos ya fallecidos. Familiares, amigos, vecinos. Muchos ancianos pasaban por casa e iban a ver y charlar con mi familia siendo yo muy niño. Incluso San José, el anciano más humilde y pobre del pueblo y al que yo puse ese apodo siendo un enano al identificarlo con el mismo Santo, pasaba muy frecuentemente por casa dando las gracias por lo que en ese momento mi madre le diera para comer.
Lo cierto es que, me crié escuchando a los ancianos hablar. Y hablar de todo, desde distintas perspectivas y desde distintas opciones. Los había de derechas, de izquierdas, religiosos, agnósticos, franquistas, republicanos, clericales y anticlericales. Todos ellos aportaron conversaciones interesantísimas y abrieron multitud de visiones a un niño observador como era yo. Conversaciones políticas, religiosas, del campo, de la ciudad, de emigrantes, tradiciones, leyendas... Todos esos ancianos eran un pozo de sabiduría para mí.
Por eso, ahora, cuando voy a casa y veo que la mayoría de esos ancianos ya han desaparecido, intento disfrutar lo máximo posible con Pili y Félix.
Félix fue emigrante siendo muy joven y acabó viviendo en tierras levantinas donde conoció a Pili, chica que fuera de revista y que me habla de sus días junto a "El Titi", junto a "El Príncipe Gitano", y junto a las Piqueres y demás cantaoras del momento. Su cuerpo y sus piernas lo merecían. Y Pili, además de coser los botones a esos artistas cuando había un accidente, presume de haber enseñado sus extremidades en las actuaciones picantonas del momento. No había otra como Pili, o al menos eso me dice ella cabreándose cuando Félix le lleva la contraria mientras que, mirándole con unos ojos de odio, le dice: ¡La figa ta tía!
"La Figa ta Tía" debe de ser una expresión valenciana que nada de bueno debe esconder, pero yo ya me la he apropiado como si fuera un saludo y cuando veo a Pili le digo, a modo de tal: ¡Pili, "La figa ta Tía"!. Ella se ríe y me contesta también a modo de saludo: "La Tegua".
Es entonces cuando saludo a Félix que lleva metido en casa sin salir dos años y que ha tenido una pérdida de memoria bastante grande últimamente.
-¿Qué tal Félix?
-Bien, me responde él.
-¿Y cuánto tiempo hace que no sales de casa?
-¡Uy! Por los menos hace quince días ya que no salgo!
Yo me descojono con el asunto, porque siempre le pregunto lo mismo y él lleva ya dos años diciéndome que hace quince días que no sale.
Es entonces cuando Pili me mira y después mira a mi madre y le dice: "¡Mira que es cabrón tu hijo! ¿Pues no le pregunta siempre lo mismo para que le conteste lo de los quince días?".
Ya! ¡ya sé que no está bien!. Pero... ¿qué mal hago yo poniendo un poco de sal en la vida de estos dos ancianos?