



A veces pienso que el ser humano debiera estar siempre desnudo en la vida. Sin atamientos, sin obsesiones materiales. En plena libertad y en pleno desprendimiento.
Normalmente las fiestas navideñas son, para mí, una ocasión para enfocar de nuevo mi vida hacia la idea del desprendimiento. En realidad, suponen un hartazgo de todo el mundo material que nos rodea. Y en estos días, suelo repensar lo absurdo que es esa fijación nuestra por acaparar todo en esta vida. Es entonces cuando me viene a la memoria el texto griego del Eclesiastés: Mataiotes Mataiotetos, Panta Mataiotes -Vanidad de Vanidades, todo es Vanidad-. Un libro bíblico precioso. Ganas me dan de imprimir cientos de ejemplares y repartirlos gratuitamente en las entradas del Corte Inglés cuando veo a esas "Chotonas" comprando como posesas todo tipo de prendas y artilugios consumistas. El mundo ha perdido la cordura, me digo yo.
Todo es Vanidad. Y ciertamente, es en estos días de Rebajas, es cuando más incisiva se me impone la idea.
Trasladarme y empaquetar todos los trastos de mi antigua casa ha supuesto para mí darme cuenta de la cantidad de chismes que he atesorado sin conocimiento alguno. Ha salido de todo: prendas que no me he puesto todavía, adornos varios que me han ido regalando y que he ido guardando por no saber dónde ponerlos y artilugios varios, en mi afán de no tirar nada por si algún día pudieran servirme para algo. Pura Vanidad.
Ir hoy de compras me ha servido para reflexionar sobre la idiotez humana. Cientos de señoras comprándolo todo. Prendas -miles- amontonadas en tiendas de marca. Multitud removiendo alocada y deshumanizada. No compré nada. Pura Vanidad.
Llegar al pueblo y ver el estilo de vida de gente que por genealogía era de la más humilde. Hoy su descendencia luce vanidonsamente unos cochazos al más puro estilo del Marqués de turno. Audis, Mercedes y grandes marcas atascando las estrechas calles donde han de realizar cientos de maniobras para poder circular dada su estrechura. Pura Vanidad.
Y ya, el colmo, llegar a mi actual trabajo y descubrir que todos los dueños de esos cochazos resultan que se encuentran embargados por no poder afrontar las letras mensuales. Pura Vanidad.
Y yo me pregunto: ¿no sería mejor que todos supiéramos disfrutar de nuestra propia desnudez? Quizás hemos 0lvidado el sabor de la libertad. Estamos atados de pies y manos por un mundo material donde, como decía el Eclesiastés, Todo es Vanidad.
Por eso, hoy, yo quiero verme y sentirme como los Guapos de estas fotos. Es triste que no queramos ver la denudez nada más que en una película porno.
Deberíamos ir desnudos más a diario. Sin Vanidad.