miércoles, 3 de octubre de 2012

Trolls

 

Vuelvo a escribir apesadumbrado por esta España nuestra.
A la pésima situación económica que vivimos, se une la pésima situación política y social del País.
Siempre he pensado que los Españoles en su conjunto tienen enraizada en su profunda esencia el mal natural de la envidia. Y fruto de ese mal original es la capacidad de llevar al País a la encrucijada en que se encuentra. Si somos grandes a la hora de hacer cosas grandes, somos imbéciles a la hora de descomponerlo todo. Capaces de las mayores grandezas y dispuestos siempre a las mayores idioteces. Ese es nuestro País.
Y he aquí que en estos últimos tiempos estoy más que asombrado con la situación de descomposición catalana. Una región de España (desde la romanización de Hispania hasta el mismo día de hoy) más española que la propia España y que ha tenido la tremenda desgracia (por aquello de la propia incapacidad popular) de estar en manos de Trolls durante años: sus pésimos gobernantes. Si a eso unimos la nefasta capacidad de nuestros políticos en conjunto y la artificaial configuración del estado en "Nacionalidades y Regiones", con las que el pueblo no se identifica ni está enraizado, la situación actual se debe principalmente a la ceguera de un pueblo endiosado por sus políticos.
Y es que, yo que nunca he sido dado a manifestarme por nada en esta vida (salir en manifestación pública en este País es correr un serio riesgo de ser manipulado por los más nefastos Trolls que nos gobiernan), me quedo asombrado de cómo la gente accede a ser manipulada libremente por cuatro falaces ideas infundidas  dolosamente en nuestras mentes por políticos irresponsables.
A estas alturas de la mi existencia (y creo que desde muy jovencito por mi rebeldía interior) nunca he creido en Patrias, Naciones, Regiones ni Provincias... No he creido ni en la esencia nacional de mi pueblo, ni en la esencia genética, ni en la misma idea absoluta de dios. Eso sí, he procurado siempre -como Descartes- creer en la fuerza de mi razón, que es la cosa más Sagrada que la vida pudo darme. Y desde mi razón, he considerado que lo único que tiene dignidad en este mundo es la Persona individual, la Persona existente, el Necesitado de nuestra Solidaridad. No hay dignidad ni en Patrias ni en territorios. Al menos, para mí. Y desde el Prisma de mi razón, cuando veo esta situación tan irracional, no dejo de maravillarme.
La situación del Presidente Mas (¿presidente de qué? -me pregunto-), el Supremo Troll Catalán se asemeja a aquel gasolinero que vino a vivir a mi pueblo  y puso una flamante gasolinera. Un negocio redondo pues el pueblo estaba necesitado de la instalación y sería, pues, una fuente de ingresos para el gasolinero. Pero he aquí que el gasolinero no se conformaba con su negocio y con ansias políticas empezó a enredar al pueblo metiéndose en política. Al poco tiempo, ni consiguió al acta de concejal en las elecciones municipales y tuvo que cerrar su negocio porque nadie iba a comprarle gasolina. Tal y como ocurrirá con Cataluña -y el Troll Más lo intuye-.
Pero, si bien la actitud de Arturo Mas y sus secuaces es previsible dada su naturaleza "nacionalista", lo que me resulta increible es que el pueblo catalán no se de cuenta que lo que prima es el bienestar de su Clase Política regional y que con esas pretensiones no van a solucionar sus problemas ni mejorar su calidad de vida. Anonadado me quedo cuando veo a la gente manifestarse por los derechos nacionales, por su derecho a determinarse, por su nación, por su Patria y por su bandera. Algo que yo no haría en mi vida porque es evidente que la manipulación es tan grande como pequeño el conocimiento de los manifestantes.
Maravillado, Anodadado, alucinado me quedo cuando tras la bandera catalana veo a una panda de Trolls -esencia de los políticos nacionalistas- buscando llenar sus bolsillos y detrás a miles de personas tan ciegas haciendo seguidismo de las ideas más peregrinas sin sospechar siquiera la esencia de la Manipulación.
¡Qué fuerza tan grande siguen teniendo los símbolos!... ¡Qué peligroso es poner tu dedicación absoluta a un símbolo nacional! Y... ¡qué delgada es la línea que separa lo simbólico de lo malintencionado!
Y es que, siempre detrás de un símbolo, suele existir un interés. Un interés peregrino del que agita a las masas de forma tan irracional.
Y... ¡qué pena me da ver la poca racinalidad de nuestros ciudadanos!