jueves, 1 de diciembre de 2011

Monaguillos de la Alegría.

Pues sí... Ahora resulta que Pimfito tonteaba con los monaguillos de su parroquia... y.. ¡claro! Leyendo su último panel, me ha devuelto a mis tiempos en que uno era Monaguillo.
Porque, yo... yo -entre otras cosas- fui Monaguillo... Y Monaguillo de la Alegría.
Y es que en mi parroquia rural, eso de ser Monaguillo era una forma de consideración cuasi-divina. Y si uno quería ser reconocido como lo más especial de la villa, únicamente tenía que solicitar el ingreso al Cuerpo Oficial de Monaguillos del Estado... o sea, verse inscrito en un letrero que era titulado "Los Monaguillos de la Alegría" y que estaba colocado en la Sacristía de la Parroquia. Al ser inscrito, se te adjudicaba un número y por orden semanal riguroso, los monaguillos iban sirviendo -que no sirviéndose- al altar como dios manda y como disponen los cánones eclesiásticos. ¡He dicho! Para algo extiste el Código de Derecho Canónico que es desconocido por la generalidad de lo humano.
Y claro... formalmente, los monaguillos lucíamos unos habitotes que ya los quisiera la Duquesa de Alba para contraer matrimonio: habitotes de colores, cuya intensidad iba aumentando según uno iba creciendo. Así, yo pasé por todos los colores: la gama de azules que indicaba que tenías seis o siete años, la gama de rojos que indicaban que ya tenían pelillos en los huevos y el blanco infinito que indicaba que en unos meses, lo de monaguillo se acababa porque ya incluso te iba a salir bigote.
Como monaguillo, yo observaba la Iglesia por dentro. Bueno... observaba a una Iglesia idealizada porque con los años uno se iba dando cuenta que la Iglesia ni era lo que uno pensaba ni ofrecía las soluciones que se ofertaban en los púlpitos. Más que nada, porque los curas translucían una humanidad tan grande, que al final te dabas cuenta que eran un compendio de vicios y de inmoralidades. Inmoralidades humanas -los había, por ejemplo, entregados al vicio amargado y amargante de la bebida- e inmoralidades divinas -el entendimiento del altar no como un servicio público sino como un medio de vida-.
Pero aquellos años de Monaguillo me sirvieron a mí para abrir mis posiciones. En Primer lugar porque yo he sido siempre un chaval muy tímido y bastante sensible. De esos que, con un espíritu de observación enorme, me veía afectado por cualquier situación hasta el extremo de producirme hasta el llanto. El ser Monaguillo me sirvió para superar -un poco- mi timidez. Superarla en parte, porque aún lucho con ella diariamente. Todos aquellos que somos muy extrovertidos -al exterior- somos tremendamente tímidos en nuestro interior... y mi coraje extrovertido no es sino una forma de superar mi enorme timidez.
En segundo lugar, aquello me sirvió para salir de casa y enfrentarme un poco al mundo. Porque el Colegio de los Monaguillos era beneficiario de excursiones parroquiales a los lugares cercanos -generalmente de la Provincia-.
Y en tercer lugar, siendo Monaguillo se incrementó mi gusto por la historia y por el arte. Mi afán por las antigüedades religiosas y por los oros finos de columnas y retablos... hasta tal punto que ahora mismo considero que una casa no está bien decorada si no tiene unas columnas barrocas o renacentistas en el recibidor o una buena antigüedad en el salón.
Lo cierto es que yo guardo buenos recuerdos de aquellos días. Nada que ver con las oscuras historias de monaguillos abusados y engañados... no... nada de eso. He de reconocer que el párroco de mi niñez, a pesar de sus vicios -nunca sexuales- tenía enormes virtudes y en general, era una persona buena, aunque con un genio daliniano bastante peculiar.
De aquellos días me queda un apegamiento eclesial que aunque peculiar, hace que me considere creyente... a mi forma y manera, pero creyente. A fin de cuentas, todo el mundo es creyente a su forma... y los comehostias nunca me han inspirado mucha confianza... porque yo siempre he pensado que aunque se coman hostias todos los días, se machacan la polla igualmente... con lo cual, pasan de todo eso del pecado mortal... jajajaj!. Porque... ¡vamos a ver! ¿quién no ha visto a esos chavales de comunción diaria? ¿qué pasa? ¿que esos no se la machacan o qué?... Pues sí, señores... se la machacan igual.
En todo caso, llegados mis 15 o 16 ya era hora de plantar... y claro... los hábitos ya no me quedaban tan elegantes. Me quedaban chicos e iba enseñando las rodillas por debajo... así es que, tuve que poner fin a esa etapa de forma prematura por mi altura... ¡qué le vamos a hacer! además de tenerla grande, soy alto... jajajaj! Y... claro! el irme a estudiar fuera, ya fue el colofón a aquella etapa pues a los pocos días vi que ya no estaba en el listado de "Los Monaguillos de la Alegría". Ahora había pasado a otro tipo de listado, un poco más peculiar.


PD Ésto se lo dedico a Pimfito... para que vea que yo también sé de Monaguillos... jajajaj! ¡y qué Monaguillos!!!!!!

8 comentarios:

Parmenio dijo...

Me ha gustado lo de los colorines de la ropa de los monaguillos según la edad. No tenía ni idea de que siguiera el mismo código que los de las artes marciales jajaja

Me imagino un monaguillo de 3er Dan como un supermonaguillo capaz de atender hasta 6 tipos de ceremonias a la vez, mientras hace una cata el vino por consagrar :)

Un beso (sin cinturón)

Erbitxin dijo...

Aquí otro que tiene su pasado como monaguillo, pero nosotros íbamos todos de blanco, el arcoiris no había llegado a mi iglesia. Y mi cura, otro buen ejemplo, ya que ahora está desterrado por malversación de fondos... como está el patio.

Un beso!!

Anónimo dijo...

Yo del tema de los monaguillospodría hacer un libro, no un post, ya se sabe... ¡Si quieres tener un hijo pillo mételo a monaguillo! Aunque ciertamente, a mí también me sirvió para amar mas a la iglesia, con sus luces y sus sombras, desde el cura "funcionario" al entregado por su pueblo, desde la monja amargada a la que de verdad te llevaba a Dios, desde la señorona de misa dominical a la anciana sencilla de misa diaria, porque la grandeza de todo esto, es que todos somos hermanos por la gracia del bautismo....y todos somos humanos, con nuestras luces y nuestras sombras...

Jorgito Biz dijo...

Uy, pero que mono tenías que estar tu de monaguillo. Ya te estoy viendo.

Así que eras de tocar la campanilla cuando el curilla bendecía la hostia y el vino.

Ahora tambien eres de tocar campanillas. Aunque de las otras, claro. Qué golfo te nos has vuelto. Con lo buenín que tu fuiste...

Besos y agur

Angel dijo...

Zowi.... ¡melón! que el cura no bendice la hostia y el vino... consagra la hostia y el vino... consagra... que no es lo mismo. A ver si te da unas clases Andrés sobre la transustanciación de las especies... jajajaj!... que desde luego... ¡cómo se nota que no has sido monaguillo! jajaj!
Eso! Las campanas en el fáctory te voy a tocar yo a tí cuando te enganche... jajajaj!

Roberto T dijo...

Yo dejé ya dicho en un comentario a OGG, hace meses, que yo a poco estuve de ser también monaguillo, porque al ser de familia de clérigos (pariente, que no descendiente, entiéndase bien, jajaja) tenía enchufe en la Iglesia. Pero se me adelantaron mis primos y se quedaron ellos con la plaza. La verdad es que ellos luego hablaban tan mal de la experiencia que a mí no me quedó luego frustración por ello. La cosa era que les quitaba tiempo de estudiar, aparte de que el cura era de cuidado, de aquellos que, años atrás, en la época franquista, se decía que elegían a los alcaldes, y gobernaban desde el púlpito. Tanto es así que logró un día que el mismo Fraga viniera a nuestra parroquia a dar un mitin. Pero conocer el culto desde dentro no está nada mal, y, como dejas claro, te enriquece culturalmente. Bueno, siempre puedes hacer votos de diácono. Pero, eso sí, con la sotana hasta los pies, macho, que para enseñar el badajo ya están las campanas, jajaja. Besos, Angelote, y saludos a tu cipote.

Anónimo dijo...

Yo nunca llegué a ser monaguillo, aunque cuando era pequeño iba a misa todos los domingos religiosamente. Luego entré en crisis y dejé de ir.

Mi hermano sí llegó a serlo y además durante unos cuantos de años. Reconozco que yo le tenía cierta envida, por eso de ir vestido con una dalmática de seda bordadas en oro del siglo XVII. Era quizás el único privilegio del que gozaba, que no es poco.

Pimpf dijo...

Tú lo has dicho, tonteaba, pues no llegué a ser monaguillo. me quedé en apóstol que no es poco, aunque tuve alguna que otra colaboración . un día contaré también mi paso por un coro parroquial .

Bicos ricos